Ao ler o relato de minha amiga Nora sobre sua viagem à Índia, eu tive a sensação de estar caminhando pelas ruas movimentadas e barulhentas de Hyderabad e diverti-me com as diferenças culturais vividas por ela neste país tão exótico, para os nossos padrões. Para manter a fidelidade do texto, decidi publicá-lo em seu idioma original, o espanhol.
Boa leitura.
Marcos Vichi
Boa leitura.
Marcos Vichi
UNA EXPERIENCIA ÚNICA
Por: Nora Bouciguez
Cuando supe que tenía la posibilidad de viajar a India comencé a recordar lo que me habían contado quiénes habían tenido esa oportunidad... Vinieron a mi mente anécdotas e imágenes, ahora sería yo quien viviría esa experiencia apasionante.
El viaje se concretó y después de muchas horas de vuelo, llegué a Bombay. Mientras esperaba en el aeropuerto doméstico el horario del próximo avión hacia Hyderabad, fui hasta el toillette... allí fue el primer impacto... el baño no estaba en las condiciones de higiene que esperaba, pero eso no era todo... las moscas hacían más desagradable el lugar y su zumbido se hacía más pesado aún por el calor y humedad reinantes; con asombro descubrí que en reemplazo del papel higiénico había una jarrita... que obviamente, era de uso común (esto se repetiría después en la mayoría de los baños públicos). Quedé pensando en ¿cómo sería el resto? Si esta era mi primera impresión y éste era el hall de entrada al país.
Finalmente, llegué donde me hospedaría... estaba desesperada por tirarme en una cama y recuperar horas de sueño. Entre las esperas de las conexiones y traslados llevaba casi 40hs sin estar en posición horizontal. Después de tomar un baño (con un balde, ducha no había), me zambullí en los brazos de Morfeo, mientras sobre mi cama un tul me protegía de mosquitos y demás insectos. Mi reloj biológico... no se que hora marcaba... aunque soñaba con dormir muchas horas seguidas, no lo conseguí, necesité casi 48hs para recuperar mi ritmo normal de sueño.
El próximo desafío me estaba esperando: las comidas super picantes!!! Encontrar sabores que no irritaran mi aparato digestivo, era una tarea nada fácil. Todo era picante. Un día sugerí , a mis compañeros de viaje, buscar un lugar donde tuviera la posibilidad de pedir alguna comida que no me produjera la sensación de fuego en mi boca. Ya en el restaurante, consulté con el mozo si el pollo al spiedo que ofrecía la carta era picante, “No, para nada”, me dijo. Para acompañar pedí un arroz blanco, sin ningún tipo de condimentos, como si tratara de comida para enfermos... y fue acertado de mi parte, ya que mezclándolo con el pollo (que sí era picante), pude comer algunos bocados.
Mientras esperaba que nos trajeran la comida observaba al resto de los comensales... estaban comiendo con la mano izquierda, sin cubiertos. Esto era todo un arte. Había que desmenuzar la comida (yo había pedido pollo) y hacer una bolita con el arroz y llevarlo a la boca sin chuparse los dedos... Ya estaba estresada y con suficiente hambre como para someterme a tal desafío, así que, corté por lo sano y le pedí al mozo un par de cubiertos, para disfrutar de mi porción sin tanto stress. Después de comer me acercaron un recipiente con agua con limón para lavarme las manos y unos granitos de anis para refrescar la boca.
No me di por vencida y pensé que tal vez, una pizzería sería una buena opción no picante. Entonces, para la próxima comida busqué una y estudié los sabores ofrecidos en la carta... elegí lo que creí que era la mejor alternativa...y nuevamente encontré que cada bocado iba aumentando la sensación de fuego en mi boca. Ja! Ja! ... Creo que bajé de peso como no lo había hecho en ningunas vacaciones anteriores. Eso sí, en los postres, encontré el aliciente para continuar.
En cuanto tuve oportunidad, salí a recorrer las calles y negocios de la ciudad. Fue divertido intentar entender por qué sonaban las bocinas de todos los vehículos simultáneamente, los códigos eran otros, aún para conducir. Las calles estaban llenas de autos, bicicletas, motos y alguna que otra vaca que se paseaba tranquila deteniendo el ritmo frenético. Yo viajaba en una especie de taxi/moto cuyo conductor era de lo más audaz para avanzar hacia el destino marcado. En India se conduce en sentido opuesto al nuestro, ya que han sido colonizados por Inglaterra, de manera que, hasta para cruzar la calle, implicaba una concentración extra.
Aquellas imágenes que había visto en otras oportunidades por fotos o películas se hacían realidad frente a mis ojos. Pobreza, miseria... niños vestidos con harapos y descalzos pidiendo limosnas, rostros que transmitían tristeza, los ojos negros no brillaban de vida sino clamaban por ayuda y una esperanza.
Quería captar con mis cinco sentidos todo lo que pasaba a mi alrededor... descubrí con asombro una mujer adulta con un manojo de paja a título de escoba barriendo la calle. Era una barrendera pública, lo que llamó mi atención era que su “escoba” no tenía la suficiente altura como para mantener su cuerpo erguido, de manera que la veía con su espalda lo suficientemente curvada como para dar el mensaje bien claro, de que ella pertenecía a la casta más baja de la sociedad, los dalits. Los dalits realizan las tareas más humillantes, no tienen acceso a la educación ni a la posibilidad de una vida mejor, ya que de acuerdo a la cultura, se nace y se muere en esa casta.
Si se trataba de experimentar otra cultura, no quería perderme detalle, así que, viajé en colectivo. Por lo general, los colectivos están llenos, como si siempre fuese “hora pico”. Pero en una oportunidad viajé en un colectivo casi vacío. La forma en que se ubican los pasajeros es la siguiente: en la mitad delantera del vehículo, las mujeres y en la trasera los hombres. Al subir, descubrí que había un solo lugar libre en la parte posterior, de manera que olvidando las costumbres del lugar hice uso del asiento... sentí el peso de varias miradas... pero continué descansando mi humanidad en el sector masculino.
¿Viajaste alguna vez en un tren cama de este lado del mundo? Esta fue otra forma interesante de conocer este pueblo. Me trasladaba desde Hyderabad a Bangalore eran alrededor de doce horas de viaje. Después de comprar el pasaje, llegar al andén y ubicar mi asiento/cama me dispuse a tomar un cafecito en el andén antes de partir. Las miradas de quienes viajaban, en su gran mayoría hombres, pesaban sobre mí. Era evidente que yo era extranjera y occidental por mi contextura y apariencia, pero continué disfrutando del café y compré algunas galletitas para el viaje ignorando lo que pasaba a mi alrededor, desafiando las reglas culturales.
El tren anunció su salida y comenzamos el viaje. No quería perderme de registrar con mi cámara todo lo que estaba viendo. Así que, me preparé para tomar algunas fotos, cuando por el pasillo no dejaban de pasar vendedores de comidas, bebidas, etc. Hasta que llegó un hombre que vendía jugos con una jarra. Con una sonrisa le agradecí esperando que siguiera su camino... pero él se paró frente a mi y dijo “foto, foto” repitiéndolo hasta que finalmente entendí que no se iría hasta que lograra una foto. (Aún hoy tengo la foto de aquel hombre desconocido y la anécdota para contar).
Como si se tratara de una ceremonia preestablecida, a las 21hs., las personas comenzaron a armar sus lugares para dormir y las luces del tren se apagaron, comprendí que era el momento de estirar mi metro ochenta sobre la cama cucheta. Como suponía... me faltaban (o sobraban) unos centímetros... pero me acomodé e intenté descansar.
Las luces del amanecer me despertaron y contemplé el cielo con los colores increíbles que dibujan las nubes mezcladas con los primeros rayos del sol.
Llegamos a Bangalore, era dónde debía bajar para continuar mi viaje. A la salida del tren nos esperaban los taxistas desesperados por conseguir un cliente para transportar. Me daba mucha risa ver como se peleaban entre ellos y con nosotros para regatear el precio. Hasta que finalmente, decidimos quién sería nuestro conductor.
Coincidentemente con mi paso por Bangalore, hubo elecciones. India, tiene un alto porcentaje de analfabetismo y por esa razón, las listas de los candidatos son identificadas no solo con nombres y números, sino también con dibujitos como: un paraguas, un autito, una balanza, una moto, etc. Para que todas las personas puedan distinguir a quien están votando.
Por los lugares donde estuve encontré varios templos hinduistas ubicados con poca diferencia de cuadras. Contemplé sus torres que llamaron mi atención por la cantidad de ídolos que las cubrían. En las mañanas siguientes supe que parte de la tradición es llamar a sus fieles, bien temprano en la mañana, con una música a todo volumen cuando aún la ciudad está en silencio... era un despertar bien diferente a lo que estaba acostumbrada!
Quise conocer más de esta cultura y su gente, así que, continué mi paseo hacia la feria para encontrar que allí existe la posibilidad de comprar carne fresca o pedir que frente a tus ojos sacrifiquen al animal elegido. El olorcito que rodeaba el lugar era nauseabundo una mezcla de corral y frigorífico. También vi frutas y verduras que nunca antes había visto y aproveché para comprar algo de lo conocido y aquí estaba segura que mi paladar no iba a ser agredido ¿o si?
Los roles que desarrollan mujeres y hombres también forman parte del impacto. En las construcciones son las mujeres quienes ayudan a cargar sobre sus cabezas las pilas de ladrillos y en algunos barrios son los hombres quienes ofrecen por unas rupias el planchado de la ropa en sus improvisadas tablas con sus antiguas planchas de carbón.
Mi viaje a India fue único, una experiencia enriquecedora, inolvidable e incomparable. Sus sabores, sus olores, sus tradiciones, la calidez de su gente y la elegancia de sus mujeres con las coloridas ropas y el delicado detalle de flores naturales adornando sus oscuros cabellos, imprimieron en mi los recuerdos más fascinantes.
Sin lugar a dudas India fue mi experiencia transcultural
Nora Bouciguez é agente de viagens e guia de turismo na cidade de Buenos Aires - Argentina - Visite o seu site BUENOS AIRES GUIADO
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